PRD: la vitá e bella
Luis Antonio Vidal
La vita é bella es una conmovedora película italiana ganadora de tres estatuillas del Oscar de la Academia en 1998.
Su protagonista y director, Roberto Benigni, da vida a Guido, cuyo papel estremeció la dermis de los cinéfilos de todas las razas.
La trama se desarrolla en los aciagos días de la segunda guerra mundial.
Guido, su esposa y su hijo menor de diez años son encarcelados por los nazis en un campo de concentración, por ser italianos de origen judío.
Durante el encierro, Guido hace creer a su pequeño que se trata de un juego con los soldados. Quien gane más puntos, le dice, se llevará los tanques a su casa.
Para justificar la paulatina desaparición de los niños en los calabozos, Guido inventa que se esconden para ganar puntos, cuando en realidad están siendo asesinados por los nazis.
Sensacional historia basada en la fantasía de un padre amoroso cuya protección a su retoño lo lleva a mentirle hasta perder la vida.
Para el PRD, la vita é bella. Todo es color de rosa. No hay guerra ni prisioneros.
No importa si Morena le está dejando el cascarón, si sus gobiernos se funden en el descrédito por promesas incumplidas, si los enanos como el PRI les crecen sin esfuerzo.
Eso no importa.
Ellos, los perredistas tabasqueños, festejaron en grande 25 años de fundación con su gobernador, Arturo Núñez, a la cabeza. Fue el pasado domingo, en el parque Tabasco.
Lanzaron confeti y cohetones para presumir unidad, fuerza, invencibilidad electoral. Ajá.
Un cuento, una fantasía al estilo Guido, para proteger lo más preciado de su lucha: el poder.
Cómo creer en los discursos fanfarrones si en prima fila de ese acto dominical sacaron el pecho para ser fotografiados Fernando Mayans, cuya obediencia incondicional a López Obrador no está discusión y el mismo Humberto de los Santos, quien una vez con la alcaldía en la bolsa desairó la invitación del dirigente nacional del PRD para afiliarse a ese partido.
Cómo creer en la unidad si desde el gobierno se alimenta una campaña de odio y rencor contra Rosalinda López, una diputada cuyos blasones no tienen punto de comparación con nadie de la indigna legislatura local.
La división interna del PRD carcome sus intestinos: quienes no se han ido, a punto están de marcharse y quienes no, están desacreditados en la administración pública.
No tienen dirigente estatal porque sus tribus (con penachos y flechas) no logran ponerse de acuerdo. Y cuando éstas reciben el recado de arriba, que Silva va de parte de Núñez, sacan las uñas y lo corren.
Patético es justificar a militantes como Rafael Abner Balboa, cuyo paso por la presidencia del Congreso le dejó millonarias ganancias a su bolsa sin rendir cuentas a nadie.
O Agapito Domínguez, no perredista, pero funcionario de un gobierno amarillo, pillado al hacer compras ilegales.
Hoy, diputados del PRD defienden lo mismo que los priístas hace un par de años: la no eliminación de la tenencia y el ejercicio de políticas económicas impopulares.
Todo por complacer al gobernante en turno quien, a su vez, anda como el jamón en el sándwich, porque festeja en el DF con Cuauhtémoc Cárdenas y los Chuchos, pero cuando viene AMLO a Tabasco debe ir a su encuentro para cuadrarse.
Ese fanfarrón discurso de optimismo nadie se los ha creído, ni los mismos perredistas quienes una vez abajo del estrado, se han seguido desollando unos a otros.
Guido fingió y mintió por amor a su hijo.
El PRD también miente por amor… al poder.
Enorme diferencia.
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