Historias oscuras del mundo de los teporochos

Eugenio Aguilar Hernández.

Alcohólicos, borrachitos, rebajones, teporochos, a ellos ya no les ofende el calificativo ni guardan las formas como en un tiempo solían hacerlo, lo único que desean es empinarse mínimo una de Jalpeño para apaciguarla ansiedad que produce el vicio. La calle es su hogar y cualquier banqueta su cama, el Mercado Municipal de Teapa es escenario de sus andanzas pero hay varios puntos de la ciudad donde socializan a ver cómo juntan para el alcohol, no es difícil reunir los diez pesos que cuesta el medio litro del aguardiente. A nadie parece importarles, aunque ellos mismos dan la impresión de no buscar en esta vida otra cosa más que la muerte.
El alcoholismo es una contradicción de la sociedad. La sociedad lo  fomenta, la sociedad lo condena, la sociedad lo hace legal. El que es pobre y roba es ratero, pero quien tiene dinero y roba es un tipo muy listo que despierta lo  mismo envidias que admiración. Igualmente atarantarse con whiski y gastar fortunas en vicios caros suele ser distintivo de una clase social “alta”, de gente “de bien”, pero “rajar” caña hasta la inconciencia eso es para un pobre, es entonces que estamos frente a un TEPOROCHO.
Pero ellos también tienen una historia qué contar, de repente como que tienen un recuerdo de la lucidez que antes tenían y dan pormenores de sus vidas, son cinco relatos de personas que un día vieron sus espíritus convertidos en fantasmas y que ahora vagan en la ciudad.
Rangel Alvarado Chávez, 25 años de edad, originario de Amatán: “Mi padre nos abandonó a mí a mis hermanos y mi madre, se juntó con otra mujer y aparte no nos heredó nada del rancho. El tomaba mucho ahí fue donde aprendí yo también, desde los 12 o 13 años estoy en esto a veces quisiera salirme pero no sé cómo, los testigos me estuvieron hablando pero no me hizo nada, no sé a dónde ir, siento también que el alcohol me gusta mucho pero quisiera saber de un lugar donde pudiera yo alivianarme, a veces me doy cuenta que estoy mal”.
Lucio Pérez Mayorga, 56 años, originario de Amatán: “Yo ya llevo más de 25 años que me tiré a la calle por una decepción amorosa. Yo dejé a mi mujer por otra que conocí entonces me fui a vivir con ella pero a la vuelta de menos de un año ella a su vez se fue con otro, la verdad eso no lo pude soportar y me dio tanto coraje que me tiré más al vicio hasta que de plano no me importó nada, siento una gran decepción y eso es lo que me hace tomar, yo le entro a todo no le tengo miedo a nada así me gusta vivir”.
Elvis Mendoza Rodulfo, 29 años, originario de Honduras: “Hace apenas dos meses que vivo en la calle, duermo donde me agarre la noche sobre un cartón o lo que sea. Hace un año y meses me vine de Honduras porque estaba desempleado de mucho tiempo, estuve viviendo en Galeana con unos broders que me dieron alojamiento durante casi un año, empecé a vender papas y chicharrones me iba algo bien hasta que me pusieron competencia y luego ya casi no vendía nada, me desesperé y empecé a tomar como antes de que me recibieran ellos en su casa, me dijeron que si iba seguir igual que no iba a poder estar ahí por eso preferí salirme; a veces hago la comparación y pienso qué tontería hice a veces me llegan recuerdos de lo que aprendí de la Biblia y me gustaría regresar pero quién sabe”.Concepción Pérez Robles, 64 años, originario de Tila: “Yo digo que así es la vida el que le toca le toca y no puedes hacer nada aquí estoy con mi botellita mi papá hace como diez años me corrió del rancho por borracho pero él fue quien me enseñó, a lo último ya él no tomaba pero porque se enfermó y le dijo el doctor que si seguía tomando se iba a morir. Dormir en la calle es duro pero lo que me duele mucho es el estómago de la caña que bebo, me arde hasta la garganta pero así es esto, así me tocó”.
Martín López Hernández, 45 años, originario de Tapijulapa: “Mis padres se divorciaron cuando yo era niño yo me quedé con mi madre,  aprendí carpintería con mi tío, ya cuando tuve 22 años me iba a juntar con mi novia pero su mamá no me quería, un día empecé como a escuchar voces y me sentía nervioso, consulté a un curandero y me dijo que la señora me había puesto un mal. Agarró don este y me dio una rameada y me hizo unas oraciones, dejé de escuchar las voces pero salió peor porque le empecé a entrar al chupe primero lo normal después le entré más recio, hace más de 15 años que tomo así. Más adelante pienso dejar el vicio, por mi madrecita que sufre mucho”.
Estas declaraciones fueron vertidas entre balbuceos y tragos del mentado “Jalpeño”. Es de notar que varios de los entrevistados “trabajan” como franeleros y “cuidan” carros en el estacionamiento del Mercado Diana Córdova de Teapa, entre los cuales hay centroamericanos que a excepción de “Elvis” no quisieron hablar por temor a ser deportados. Cuando la necedad está presente ningún consejo surtirá efecto, ninguna ayuda será válida, pero si puede estirar su manita a favor de alguien hágalo no se le va a caer, tal vez usted haga la diferencia esperada,  la restauración es muy difícil pero afortunadamente hay más de un testimonio que indica que el esfuerzo vale la pena. Ojala este trabajo sirva de reflexión tanto para las autoridades correspondientes como para la ciudadanía en general. Al tiempo. 


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