- Ya soltaron el primer mega gasolinazo; pero aún hay más, diría Raúl Velasco
Eugenio Aguilar Hernández.
Para los municipios serranos de Tabasco, al igual que para el resto de la entidad y del país, este año promete ser inolvidable: el primer gran gasolinazo de la Reforma Energética ya fue añadido a la olla de presión en que se ha convertido la sociedad, siempre amagando con reventar. Sus temidos efectos ya se resienten en todos los ámbitos aunque parece que lo peor está aún por venir así que agárrense, dijo un especialista en todo esto.
Con la lógica del llamado efecto dominó, al gasolinazo le siguieron el tortillazo, el pollazo, el huevazo, el aceitazo, el harinazo, el aguazo, el tomatazo, el cebollazo, el jabonazo, y hasta el corte de pelazo; por cierto un sector de la población tiembla también ante la sola idea de un inminente caguamazo, un posible zorrazo y hasta de un cigarrazo, entre otras cosas de la misma especie usted dirá.
Con la excepción de la industria platanera de Teapa, cuyas exportaciones garantizan en cierto modo fluidez económica, la empobrecida región de la Sierra se verá más afectada ante esta escalada de precios, especialmente entre quienes devengan el salario mínimo. Esto, a diferencia de los sueldos un poquitito más altos de los funcionarios públicos de primer nivel, mismos que seguramente seguirán redoblando esfuerzos para trabajar como siempre en favor de los más necesitados.
De hecho desde el año pasado, cuando en concordancia con la citada reforma PEMEX recortó miles de plazas en el Estado, las consecuencias se hicieron notar de inmediato no solo en el aumento de la carestía, sino también en el área de la seguridad (o inseguridad) pública. Aumentaron como nunca antes los índices delincuenciales en todos sus rubros, y se teme que esta sea una tendencia que definitivamente marque una diferencia en relación a la relativa tranquilidad que antes caracterizaba a Tabasco.
Ante tal panorama, los salarios que percibe la mayoría de los ciudadanos va a estar como el cuento de la hormiguita que se encontró un peso y no sabía en qué gastarlo, si compraba un chicle se le acababa, si una paleta pues ahí se quedaba, si un dulce pues también. O también como el de la Cenicienta, que a medio baile se daba cuenta que lo que ganaba no le alcanzaba ni para comprarse un par de chancletas.
Juntamente con el gasolinazo (y también con el electrizaso, ese es otro), se redujo el gasto público. Es decir, para este año aún los servicios elementales como educación, salud y obra pública se verán reducidos, por lo cual desafortunadamente los índices de bienestar social se verán más afectados de lo que ya estaban. A nivel internacional, de por sí, México siempre está en la pelea por los primeros lugares en las estadísticas de analfabetismo, enfermedades crónico- degenerativas y criminalidad; imagínese ahora como va a estar la cosa.
Pero viéndolo por el lado amable, como insisten Peña Nieto y Videgaray que hagamos, esta tremenda reducción del poder adquisitivo será una oportunidad para que la gente aprenda a administrarse más y a agudizar el ingenio para sobrevivir. Un padre de familia, por ejemplo, tendrá que desarrollar todo su potencial de inteligencia para ver cómo paga los pañales, la escuela, los zapatos, la ropa, la comida, la renta, los servicios públicos, las medicina, y hasta la comida de la mascota y más si tiene una perrona de esas que tragan mucho, dijo una licenciada; a este paso y gracias a aquellos grandes estrategas, México será un país de genios en breve.
Por lo pronto las manifestaciones contra el multicitado gasolinazo, así como las impotentes expresiones de ira en las redes sociales, constituyen un desahogo para la ciudadanía. Disculpe usted pero el mexicano está bien estudiado, una bolsa de despensa, mil pesos por la credencial de elector, la próxima celebración de la Candelaria o un partido entre México y Brasil, cualquier cosa de estas y la gente pasa del enojo a la alegría desbordada. Y no le tome por sorpresa que al rato salga la nueva canción de “El Ritmo del Gasolinazo” y todo mundo feliz bailándolo.
Como antes en Tenochtitlán el malinchismo sigue en la genética de Los Pinos, los dioses barbados vienen ahora por el petróleo de los aztecas a cambio de cuentas de vidrio. Dicen que el Peje es la esperanza de México, el detalle es que el pelo ya hace tiempo que hasta se le puso blanco de esperar sentarse en la Presidencial, quien sabe si algún día salgamos de duda o también resulte una cajita de sorpresas como el actual Moctezuma, nada más que este en lugar de penacho tiene copete.
Por lo pronto, hay que echarle ganas con muy buen ánimo.
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