Agustín Lara Mata
En el carnaval, los reventones, las fiestas y en cualquier parte, son los que ponen el ambiente, el baile y el desmoder. Muchos de ellos tienen un talento y un ingenio admirable, mismo que los ha llevado a crear atractivos trajes artesanales o cualquier otro producto digno de admiración.
Antes eran los apestados, los indeseables, pero hoy en día con eso de la apertura social y la discriminación, ya conviven más abiertamente con la sociedad y nadie les dice nada. Salvo algunos alienados machistas que todavía quedan por ahí.
Principalmente en los carnavales salen a relucir. Antes eran menos aventados y se escondían en el closet o detrás de una cara de macho muy macho, pero hoy en día ya les vale y quitándose la máscara salen del ropero y gritan: ¡Ucha, ucha, no somos machos pero somos muchas! Y zas, que se lanzan a la calle vestidos de mujer, con zapatillas, aretes y los cachetes chapiados.
Con su alegría le ponen sabor, candela a los festejos. Incluso ya son indispensables para enseñar los bailes y la coreografía de las quinceañeras o para arreglar el cabello y el rostro de cualquier participante en certámenes de belleza. “¡Ay vidita, les dicen, lo importante es que te veas regia, puticsima, que a todo mundo dejes babeando!” Y les enseñan el vals o como caminar en las pasarelas.
Son ellos -perdón ellas- bueno, lo que sean, lo importante es respetar su dignidad como personas, su decisión sobre cómo ejercer su propia sexualidad. Bien o mal, allá ellos. Es un asunto que al final de sus vidas verán ellos, cuando venga la reflexión y sopesen su existencia.
Mientras tanto para todos aquellos que les gusta la carne de burro, aquí unas imágenes de su presencia en los carnavales.
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