CARTA A LA JOHANA

Estimada Johana:
Todavía se permite preguntar, ¿o no? Quiero decirte que si éste y aquél de vez en vez ha dicho esto y lo otro, ha querido decir que esto y esto significa para ti, Johana, que yo diga que “me retracto de todo” en sendo pliego aclaratorio dirigido a la ya tan manoseada y vapuleada “opinión pública”, esa fantasmal “Opinión”, incógnita, según tú, podrá restregarte el cochambre de tu podrida y miserable figura. Si tú, que eres una de nosotras dos, afirmaras y dijeras: “me retracto de todo lo dicho, pues soy un mentiroso y por eso me crece la nariz como Pinocho”, entonces yo sí, ¡no me re­tractaría de todo lo que he dicho! Porque… ¿sabes por qué? En primera porque has mentido siempre y lo sigues haciendo, y en segunda porque mi dicho es la verdad verdadera dicha bajo protesta de decir verdad. Pero todo esto no vale para ti Johana. Te conozco. Eres el paladín de la mentira y la traición. No te acabas una y ya estás mintiendo otra vez. Ahora dices que no me conoces. ¿No me conoces, Johana? ¿Ves?, mentiste de nuevo.
No te has dado cuenta, pero te estoy observando. Tu cara refleja cansancio aní­mico, inseguridad, miedo. No te miento, pero tu cara es tu espejo del alma. Te está llevando la chingada porque todo se está acercando a su fin: tu jefe ya mero y se va a la chingada y a ver a quién le vas a oler el culo. Tu desprestigio es mucho y el PRD está cerrado para ti. ¿Nadie te lo había dicho? ¿Qué deseas?, ¿que se acabe todo este desmadre que tú propiciaste? Ay Johana, ¡pobre aprendiz de brujo que ya no sabe cómo controlar las fuerzas del mal que tú mismo soltaste! Y vuelvo a lo mismo: vi tu rostro y hay rastros de preocupación; está ajado, con arrugas prematuras, des­gastado. Sabes que soy tu salvación pero sabes también que yo soy un hijo de puta que se dedica a destruir sabandijas como tú.
Un día escuché de ti eso de que “¡quiero justicia!”. —No soy la autoridad compe­tente —contesté. “¡Quiero venganza!”. —Yo la ejecuto —te dije… ¡Ya no quiero hablar más! Es lo mejor que podrías hacer porque yo soy al que buscas, soy tu tranquilidad a futuro en este lío donde tus defensas de la línea recta de tu vida, los luchadores por la justicia, te han roto la madre con sus mentiras jurídicas y te han quitado la lana como el más pendejo de los pendejos, porque te han embaucado con tus propias mentiras dentro de “El Proceso” Kafkiano. Analfabeta de la miseria humana, no te imaginabas las severas preocupaciones y tu exilio en tu propio nidito matrimonial donde eres incapaz de tomar parte en nada, mi muy querida Johana. Querida primera persona del singular, prodigioso falto de imaginación. Intenta imaginarte cómo es el sabor y el tamaño del virus que se anida en tu cerebro; cómo te ve el gato de tu casa o algún Dios en que creas. Imagínate, pequeñísimo guijarro, cómo te hundes en el lodo de la mentira y por encima de ti se cierra, terso y sin huella, el espejo de tu mundo. Pero esto no puedes imaginártelo estúpido. ¡Es pedirte demasiado que entiendas, Johana!
Decía “Johana en el País de las Maravillas”, que las cosas se hacen “hasta sus últimas consecuencias”. Así debe ser. Pero las mentiras, detenciones, encarcelamien­tos, notas periodísticas tergiversadas y sin autoría, arrepentimientos a medias y muy tardíos, miedos de pánico, no son muy buenas cosas para tu salud Johana. Cada vez me resulta más difícil el odio, la traición, el desprecio. Pero bueno, gajes del oficio de la imperfección de los mortales, signos de la debilidad humana que ya tú superaste al decirme sabias palabras de un demente, parecidas y casi idénticas de alguien que se dice ofendido en una nota periodística que no tiene autor, con aquello en donde se vuela la barda con sus sabias e ilustres palabras un incógnito ofendido que no da la cara porque no aparece su nombre: “Mi función pública dura tres años,(aquí iba punto y coma) mi reputación y la de mi familia es para toda la vida”(¡sic!). ¡Pa´ su chingada madre Johana! Así me dijiste cuando nos peleamos a como lo dijo este señor que solamente sé que es de Tacotalpa porque no aparece su nombre en la nota periodística. Oye mana, tú, como este señor, son unos grandes filósofos. ¡Hay sí!, ¡ichi!: “mi reputación y la de mi familia es para toda la vida”(¡caca de gallina dijera mi comadre!).¡ya está pues! ¡Yo a ti no te estoy quitando ningún macho Johana! Y a ese señor, ni lo estoy pelando ni lo conozco pero, “se parece tanto a ti”…
Me gustan mis vicios. Admiro a todos los perdedores irresistibles cuando escarban para comer miarda y avanzar a tientas.Te perdiste en el laberinto jurídico-político Joha­na. No siempre es fácil decir lo que es mejor. Yo, en tu lugar, prefiero retirarme, pues cuando debe ser, lo hago hasta conmigo mismo, si es necesario. Me pides Johana, vuelvo con lo mismo de ti, que retire todo lo dicho. Te gustaría escuchar o leer, que yo diga “me retracto de todo lo dicho hasta ahora”. Pero, ¿esto qué quiere decir? ¡Y tú, qué quieres con eso que me retracte? ¿Decir que yo diga lo que no eres? ¿Por qué no hacerte a ti esa pregunta? ¿Te atreverías a decir lo que eres, lo que dices que no es evidente Johana según tú, lo que somos y lo que platicamos e hicimos? Los Dioses son sordos. Dormir me hace bien. Tu poder es falso y obseno. Mi rabia se alegra. Los muertos se enfrían aún en noviembre. Johana, pesas tanto como la nada, más leve que la brisa que me arrulla los testículos, como la olvidada dicha de ser eso: JOHANA.
Una vez me dijo don Moncho Cornelio que “cuando la miarda tenga valor, los pobres nacerán sin culo”. A ver si te sirve de algo este pensamiento y te lo aplicas. Mi libertad la sacrifiqué por ti y la negligencia me ganó para darte esos momentos de felicidad-me contaron Johana- que tuviste algunos días. No Johana, en ese pueblo donde vives, donde florecen “las flores del mal”, de aventurado y divino placer, nunca me ha explicado algo de tu existencia: es un delirio, una alucinación, una falsificación, una mariposilla víctima de la ciencia ficción, ¡un milagro en ruinas!. ¡Eso eres Johana! Aunque la verdad te puede hacer libre, y te cueste tu propio hogar que nunca has tenido porque “a quien amas es a mí Johana”. Te cuento que ya mero me llega la sentencia. De nuevo juntos. Ya lo verás.

Se despide: El que te quiere y te extraña
El Pájaro Loco

N. de la R.: Esta es una carta kafkiana dirigida a un personaje kafkiano que vive en un mundo kafkiano. Cualquier parecido con la realidad sería meramente una
desafortunada coincidencia.

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