Prostitución política, un lucrativo negocio

 Ernesto Sanabria A. / netosanabria@hotmail.com

En estos tiempos de efervescencia preelectoral, de fiebres prematuras y desvelos de aspirantes y suspirantes, es conveniente hacer una reflexión sobre un fenómeno que día a día se manifiesta con mayor obviedad: la prostitución. Sí, prostitución. Pero no en referencia a ese oficio que se ejerce desde tiempos ancestrales y que muchos consideran un mal necesario, sino de la cada vez más descarada ‘trata’ de personas que se dedican a la otra vida pública. Es decir, la prostitución política.
Un día sí y otro también se conoce la noticia de que un distinguido miembro de tal partido ya se cambió de color, como si de calzones se tratara, dejando a un lado la doctrina partidista que se supone es la fuente de inspiración de quienes se dedican al lucrativo negocio de la política.
Vivimos una crisis de partidos, eso es un hecho. Pero más allá de siglas y de colores, la mayor crisis es de ideología y, sobre todo, de lealtad. No es aventurado suponer que un alto porcentaje de los neo amarillos, los flamantes verdes, o los emergentes morenos y hasta los oportunistas tricolores desconocen los estatutos de las siglas que le dan cobijo para satisfacer sus ¿aspiraciones? políticas.
Ni Kafka hubiese concebido una realidad tan bizarra como nuestra política a la mexicana. Ver a un secretario de Estado en un régimen emanado de un partido cuyos miembros fueron garroteados por sus huestes, o a un ex gobernador y su vástago sumarse a las ambiciones presidenciales de un carilindo, es como ver a Hitler dirigiendo una organización defensora de los derechos humanos, o a Obama encabezando un movimiento para el desarme de las naciones. Peor aún: a nuestro ilustre Presidente impartiendo cátedra de literatura.
Lamentablemente hoy día los partidos políticos son solamente un trampolín para catapultar ambiciones particulares, no para impulsar proyectos comunes. Y los políticos saltimbanquis y camaleónicos que cada tres años reparten falsos abrazos y sonrisas, no son más dignos que una mariposa nocturna de tacones dorados y ropa escasa.Con tanto manoseo de aspirantes, de colores y de ideologías partidistas, el ciudadano ha perdido por completo la credibilidad en estas entidades de interés público y por ello ve con cierto interés la figura de las candidaturas ciudadanas como vía para empoderar a personas que no conciben la política como un negocio, sino como un recurso para buscar el bien común, que tanta falta nos hace.  

1 comentario:

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