Don Moncho Salvatierra es el zapatero más antiguo de Teapa

Pedro Jiménez Torres

Don Moisés Salvatierra Hernández con 48 años de servicio es el zapatero más antiguo de Teapa. Oficio que le ha servido desde los 19 años para llevar sustento a su familia, a su esposa y a su única hija. Desde ese tiempo acompañado de su viejo cajón y sus herramientas rudimentarias se instala en uno de los pasillos de la cacaotera para poner en práctica sus servicios en el arreglo de calzados. Don Moncho ahora cuenta con 67 años de edad y la mayor parte de su vida la ha dedicado a esa actividad. 
No solamente de pan vive el hombre, dice un viejo adagio religioso, porque don Moisés, para comer el pan de cada día, tiene que hacer milagros como zapatero. 
Refiere que conoció a compañeros zapateros que ya murieron y los recuerda: Beto Zetina, Manuel Medina  y Manuel Baeza. Estos eran los meros viejitos del oficio y que solamente de todos queda uno que es él.
 Pero nos comenta que no da para la comida diaria, porque el oficio ya creció en técnica y en otros zapateros ambulantes  y hasta los boleros que ya hacen trabajos de los que  hace. 
Son 48 años de un trabajo que comienza desde temprano de la mañana, hasta que la tarde se apaga o no hay nada de chamba. Su vestimenta es casi la misma, playera y gorra y pantalones sencillos. Temprano, espera a que abran la Cacaotera para sacar su cajón de herramientas. Su rostro denota una paciencia  y el valor de enfrentar la vida todos los días en espera de “pacientes que curar”. Su camiseta es deslavada, pantalón de mezclilla, pero su particularidad es que es un zapatero que no usa zapatos sino una especie de chanclas. 
Don Moisés es un hombre que padece la pobreza de las mil vírgenes y santos; es el personaje popular conocido de todos, arrinconado a la entrada de la Cacaotera, aquella que en tiempos pasados fuera la poderosa Cooperativa que dejaba buenos dividendos al municipio y a sus integrantes. En la entrada, del mismo edificio de los otroras poderosos cacaoteros, don Moisés dibuja una tenue sonrisa de “ni modos” y con lenta pero acertada aguja, repara los zapatos que se encuentran en su “hospital del calzado”. Aquí, un teapaneco moldea su vida con el pasar del tiempo según cuando los “cacles”, dejan de servir o empiezan a abrir la boca, o el tacón ya dio “las nachas”. Y los zapatos representan algo muy particular para el maestro Moisés. Podríamos decir que son su propia vida o su vida misma. Un zapato “enfermo”, significa trabajo y dinero para este cirugista singular que tiene la esperanza  en este día. Le importa el hoy que significan los centavitos que tendrá y contará al final de la jornada. De ahí saldrá para la “papa”. 
Lo que se nota, es que hay crisis en la chamba de la que realiza don Moisés. “Antes había auge porque solamente éramos cuatro, pero se murieron los demás, y solamente quedo yo de los primeros zapateros de Teapa”- señala el maestro zapatero-. A sus 67 años que tiene  actualmente, don Moisés es una persona de estatura media, pasado de peso, con algunas canas y para rematar, padece de la prolífera Diabetes que lo ha llevado -dice él-, a otras enfermedades como la artritis y  la osteoporosis a pesar que le dan medicina en el Centro de Salud de esta ciudad. Pero en su chamba de remendar y componer zapatos, la cosa está de la chingada, porque existe mucha competencia y “no dejan hacer nada”. 
“Ajuntado” con su señora desde hace muchos años,  relata a TRIBUNA  que tiene una hija de 47 años y tres nietos. Esta es mi familia-dice-. Yo creo que a como estoy trabajando y otras cosas que hago, hay la vamos pasando, pues en este oficio, el trabajo manual es más seguro que el técnico, “porque a veces la costura no la agarra la máquina y la saltea”. A Pesar de todo, no hay dinero seguro, una entrada diaria que yo dijera de tal cantidad, porque no la hay y así pueden ser desde 10, 20, o 30 pesos o no se gana nada y se va uno en cero. Hasta me han dicho- nos sigue contando don Moisés-, que me vaya a  Villahermosa pero allá está peor la competencia. Lo que sí quiero mencionar, es que le doy gracias a la Cooperativa de Cacao por prestarme este lugarcito donde trabajo aunque yo gane poco, porque hace algunos años, Hacienda me quiso cobrar impuestos y yo no sé qué pagar si no gano ni para comer. Lo absurdo aparece en esta plática, cuando escucho este comentario que nos hace pensar que a los más pobres de los pobres, son a los que más joden las autoridades y de inmediato piensa uno en la poca madre que tienen algunos funcionarios que no miden el tamaño de sus pendejadas. 
Y la lógica de don Moisés es muy práctica y congruente, porque no es una verdad a medias sino toda una verdad absoluta, pues es muy cierto eso de que “cuando llueve ni vengo, pues si estando bueno el tiempo no hay nada, ¿pues lloviendo?” Y ubica su lugar: “estamos aquí a la entrada de la Cooperativa de Cacao”. Y la recomendación final es: “que nos apoyen en la compostura de zapatos la gente de aquí de Teapa; que no nos abandonen como dice la canción”.
El zapatero sigue con su tarea rutinaria, con sus zapatos esperando o en plena  “cirugía”; con la parsimoniosa manera de hacer sus trabajos, o en espera de clientes  que espera pacientemente todos los días pensando en  el zapato roto, descocido, de la tapita al tacón de la zapatilla de la muchacha, a fin de cuentas, de lo caiga en su materia, porque para eso ha aprendido  el oficio de componer zapatos.  

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