Apodos familiares, una tradición muy difundida en pueblos pequeños como Tacotalpa

Agustín Lara Mata

Tacotalpa, Tab. Septiembre de 2014. En los pueblos pequeños la forma común de conocerse es a través de los apodos. En  estos pueblos puede faltar todo, menos los apodos, los sobrenombres, alias, motes, etc. Son parte de nuestra cultura, de nuestro modo de ser, de nuestra identidad social. Estos sí que son populares y no como los políticos que tienen que andar pagando a los medios de comunicación para que los conozcan. 
Los apodos generalmente hacen relación a un animal, pero también hay los que hacen relación a un barbarismo del lenguaje, a una situación, a un defecto, etc. 
Hay apodos  personales, pero los más  conocidos son aquellos que identifican a toda una  familia. En Tacotalpa quién no conoce a “Los  Gallina”, una familia popularísima que vive en la calle Dionicio Zurita de la Colonia Pueblo Nuevo. Los gallina son parte del paisaje social de Tacotalpa, más si andas crudo y no hay donde puedas comprar una chela para el desencloche. “¡Los gallina son la solución!”. Allí encontrarás unas cerbatanas bien  elodias y  de paso unas  “pollitas de ranchería” que ahí llegan a talonear para completar el dinero para una zapatilla, un vestido o para la papa. Y de este modo las gallinas son una fuente de subempleo ya que el gobierno no crea los suficientes trabajos para la población. También llegan otras simplemente porque ya les gusto el cuchicuchi, el chaca chaca, porque ya andan en brama o por el dinero fácil. Total mundo, ahí te quedas. Y lo que se han de comer los gusanos mejor que se lo coman los humanos. (Si pero no sean chivas…¡INVITEN!)
Así en Tacotalpa puede uno no conocer donde vive el presidente municipal, pero nunca ignorar donde viven “los gallina”, o “la mami, la guatemalteca, bacha” y compañía. Son un artículo de primera necesidad.
Otra familia súper conocida son  “los Zanates”, es decir los vende  palomitas, chicharrones,  platanitos, etc. Son los hijos de doña Lorenza Palomeque, popularmente conocida en el pueblo como doña Lencha “la zanata”, el ave mayor. Dicho sea con todo respeto. 
Doña Lorenza con sus hijos han formado una familia bien trabajadora que desde hace muchísimos años se dedica en Tacotalpa a la venta de frituras y golosinas. Se levantan desde muy temprano a preparar las bolsas de fritos y llueva, truene o relampaguee, ellos salen a vender sus productos. Todo Tacotalpa los ha visto en la calle, en las escuelas, en los eventos, en los camiones, en donde sea, andar con su bandeja o tina de plástico llena de frituras vendiendo palomitas o chicharrones. Esa ha sido su forma de vida y de la venta de chicharrones, palomitas, etc, han vivido, de manera honesta, digna y trabajadora.  No como otros delincuentes de cuello blanco a quien todo mundo les aplaude y les llaman diputados, presidentes, directores, regidores, contratistas y demás fauna maligna y venenosa.
¿Quién no conoce a los “Chepe López”?, es decir a los descendientes de don José “Chepe” López, un señor que en los años 70 era muy popular en Tacotalpa y que se dedicaba a vender unos sabrosos y exquisitos pucheros en el mercado viejo de Tacotalpa. Aaaah, después de una tomadera, al día siguiente mucha gente se iba a quitar la cruda con un sabroso, caliente y enchilado caldo de don “Chepe López”. Su sobrenombre de “Chepelópez” se los heredó a su hijo don Oscar López y este a su vez a todos sus vástagos que fueron un tilitipuchal, es decir toda la “chepelopada”. Por eso cuando uno busca alguna casa o persona de la calle Juan N. Moreno, calle donde viven los López, todo mundo te responde: “sí, allá es por donde viven los Chepelópez”. 
“Los Mishos” son otra familia muy conocida. Son los descendientes del desaparecido don Higinio Pintado Sánchez, un señor güero, de nariz perfilada y ojos azules. Por sus “ojos de gato” la gente los empezó a llamar “los mishos”. Como él, don Higinio dio pura gente güera, las hijas de su segundo matrimonio todavía fueron más güeras, de ojos azules y bellas. Eran una delicia para los ojos. Don Higinio se volvió todavía más famoso cuando puso una cantina llamada “El Boloconté”. Allí llegaba todo mundo a rempujarse unos pajuelazos de zorro, cañon, tucan y toda esa fauna nociva para la salud pero que a don Higinio hicieron muy rico y a otros les hinchó la panza hasta que reventaron por la cirrosis. 
Esta relatoria continuará en los próximos números, así que si usted gusta cooperar puede comunicarse al correo electrónico tuberculosis67@hotmail.com.  

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